Cuando pasan las horas acostumbradas,
cuando la contigüidad de tu ombligo con el mío
se vuelve necesaria,
cuando las pálidas nubes marcan el minuto del beso
y el deseo se vuelve insostenible,
mis manos elevan a tu piel
el mensaje de mis células en acecho
que aceleran el ritmo de los incontenibles
estímulos que de tu cuerpo a tu alma,
dejan huellas de fuego inextinguible
entre el sudor y el silencio,
que de pronto se rompe entre caricias.
Cuando la soledad de momento me muerde,
cuando tu voz no suena
y los pájaros que cantan en la tarde
me definen tus labios.
Los mismos que en cada amanecer
formalizan la entrega de tu cuerpo,
orientan mis pasos hacia ti
como un viaje sin fin a la ternura.
Cuando una tarde cualquiera
no pueda conquistarte
y ya no puedan mis manos encender tus deseos.
Cuando canten los pájaros de la tarde
y te recuerden mi ausencia...
solo llévame flores
que las estaré esperando,
como espero tu cuerpo en las mañanas.