Su cara como fantasma
No conocía de tardes ni de profundas orillas
Marcaba el canto de los cielos
En orquesta de unísono
El techo volaba como ola
cabalgando el ancho celeste
El otoño bañaba con oro y naranjas los caminos
En un recuerdo mudo y resonante
Que tiene el acento de la tierra y el sabor de la arcilla
la caricia inconfundible del silencio y la distancia
Dónde la luna viene a descansar
En los días eternos
Entre las antiguas camas de madera
Qué forma el canto de los árboles
Debajo de sus cortezas hay sangre
Hay sangre de otros tiempos
en que se ordenaban los paisajes y las personas
Y se nombraba lo que ya tenía nombre
Hoy la voz del viento se esparce como sollozo
Y las criaturas de los grises cielos
Al fin se encuentran en un abrazo
Descargando sus pequeñas lágrimas
Que bautizan al fin del mundo