Tengo en un cajón viejo,
hojas dormidas,
amontonadas,
palabras que se revelan,
y se cambian de lugar a su antojo,
se manifiestan..,
construyen barricadas con las tildes,
las comas, con los puntos seguidos,
crean mítines,
y debaten..,
las palabras más viejas, famélicas,
agitan..,
crean estrategias..,
forman versos incoherentes,
se han cambiado de lugar las letras,
hasta los más radicales,
proponen dejar insultos,
dudan de la valentía del escritor,
en este ambiente caldeado,
hasta algunas palabras se han disuelto en sílabas,
otras ya no quieren volver a su poema de origen,
mientras otras resisten,
en los papeles que cada día están más amarillos,
se abrazan cada noche,
y pasan lista para formar el verso,
las palabra más románticas,
no pierden la esperanza de ser leídas,
otras más severas afirman que el escritor ha muerto,
y este cajón es su tumba,
ya nadie recuerda cual fue la última hoja,
que fue apilada en este sombrío lugar,
y yo.., en medio de esta rebelión de palabras,
no tengo el valor,
de darle nueva vida a versos,
a palabras,
a paisajes,
apretadas se agitan,
ignoran que se me han escapado las musas,
se me anestesió el pulso,
el ritmo de las palabras,
el sueño de soñarla,
las ganas de reflejarla en las hojas,
el júbilo de lo que fue.
Las noches se vuelven lentas en el desvelo,
todo es lento..,
el ritmo del reloj,
el aleteo de una mosca,
los movimientos de mis manos,
la pitada de mi cigarro,
la llamada del sueño.
Las noches se vuelven largas en el desvelo,
se asoman las culpas,
se escurren por la rendija de mis nostalgias,
y se trepan por mi pecho,
como hiedras oscuras,
a un árbol vencido.
Las noches guardan los secretos,
los pañuelos secan las lágrimas,
y las palabras se agitan en aquel cajón,
que vela mis deseos y esconde aquella pasión.
Daniel Memmo