Tú, que siempre estuviste entre el aquí y el allí,
hoy estás aquí, con nosotros.
Tú, que con un gran corazón recibías a niños
en tu pequeña clase.
Tú, que al paso de los niños y cogidos por las manos
recorrías los pasillos:
“pie derecho, pie izquierdo, pie derecho, pie izquierdo…”;
subías las escaleras:
“una, dos y tres;… una dos y tres” con los más pequeños;
“una dos y tres, cuatro cinco y seis”, con los más mayores
hasta llevarles a tu cielo.
Tú, que compensaste con tu innata paciencia
a aquellos que, a veces, un cruel destino ,
sus necesidades les había recortado;
Tú, que siempre acogiste entre tus acogedores brazos
a los que se sentían desplazados.
Tú, que a todos les diste lo más básico,
quiero decir, lo más humano.
Tú, que creaste en tantos y tantos,
muchas esperanzas y muchos sueños…
Hoy, por fin , tu sueño ha llegado:
sueño de júbilo bien merecido
por trabajo realizado año tras año;
júbilo porque los que ayer fueran niños
hoy ya en hombres y mujeres se han transformado…
Tú, fuiste la primera semillita, esa casi desapercibida,
que a triunfar después les ha ayudado.
Hoy, siéntete feliz con ese tu trabajo bien realizado,
descansa tu merecido descanso
y, por favor, no nos des nunca por olvidados;
a estos compañeros de Salzillo,
a estos compañeros y también, amigos.