Detestable delito es el secuestro
y la puesta de minas quiebra patas
que estallan en sonoras cataratas
segando lo mejor del suelo nuestro.
Nunca sabré si blasfemar de retro
por el hondo dolor que me arrebata,
o ese mismo dolor forrarlo en plata
con lágrimas de amor y Padrenuestros.
Detestable labor es todo aquello
y también la tozuda indiferencia
con que se mira el infernal delito
que cobra impuesto y legaliza el sello
del crimen y su pérfida conciencia,
cuando falta honradez y sobra el mito.