A sus años,
con toda una vida a cuestas,
su semblante
no ha cambiado;
tan solo refleja,
demasiadas
alegrías y belleza.
Ni los partos
de sus hijos añorados,
pudieron
desdibujar su cuerpo;
mas su constancia
en el quehacer de mujer,
en el esfuerzo de querer ser,
reconformó su esencia
para plasmar
una figura
que desgasta pasión
y hartos
deseos despierta.
Sus ojeras marcadas
por desvelos y quimeras
hoy se conjugan
con sus ojos vivaces
de doncella,
que me piden amarla
con más ternura y fuerza.
Sus cansados pechos,
que vertieron
el más rico alimento,
hoy dan vida
a mis más ansiados
ensueños,
me deleitan,
me emborrachan
de pasión
por completo.
En sus caderas
me pierdo,
de frente
o detrás
del firmamento,
con mi boca
o con mi férreo instrumento,
cuando me interno
a buscar su néctar
de vida,
que lo ansié
desde cuando
éramos pequeños.