Una noche con mi alma desvelada,
con los ojos repletos de luceros,
con las manos abiertas y vacías,
con los labios sedientos de silencio,
con un pasado breve y sin tardanzas,
con los pies anhelantes de horizontes,
con la frente sin arrugas no fracasos...
Esa noche mientras todo se callaba,
mi sangre juvenil y enamorada,
te dijo -lo recuerdo-...que te amaba.
Pero ahora, mi Señor, a la distancia,
con tantas ampollas en el alma,
con el cansancio que me labra,
mientras retumban mis deseos y mis huecos...
Ahora que sólo tengo arrugas en mis manos,
con algo de vergüenza y más de carne,
con la misma pasión que en mi alma arde,
te repito y te prometo: ¡Aún te amo!
(Santa Rosa de Calamuchita, 14 de febrero de 2007)