Mónica Ledesma Villegas.

AMOR DE TRES

Eran dos fieles amantes del alma, mientras uno me mordía y bailaba a mi lado, a mil años luz de distancia vivía el del retrato; de buen porte el caballero solitario.

Amé, siendo tan solo una niña, tímida, salvaje, un poco engreída, una rebelde sin causa ante los anhelos mutilados por sus padres que hoy distancia de ellos aguarda.

Un futuro nuevo imploré mirando a las estrellas sabiendo que nada es relativamente cierto. Lo sentí, lo viví dentro de cada meditación al llegar la media noche con mi cuerpo empapado de deseo atado a sus brazos que aún no me recorren.

Amo al segundo, extrañando al primero, y viceversa. Pienso en uno con la imagen del otro, del cual, si hubo una vez una historia fantasiosa entre Jenaro y su preciosa.

Si por detrás de los olivos hubiésemos huido, nuestra historia, ahora, sería otra; sin tristeza, sin dolor, con aquello que nos apuñaló en lo más profundo del corazón y nos guio a la destrucción.

Llorando de rodillas me quedé, rogando ante una capilla con un ramo de alcatraces, para terminar sumergida en el pozo de la decepción ante el abandono del caballero que hoy lleva por armadura su motocicleta, acompañado de su gran amor, ese, que nunca pude llegar a ser yo.