TE VAS A ACORDAR DE MÍ.
Hoy no quiero ser el guía de tus males de mujer, ni la letra y poesía condenándote a querer; que si fuiste lo que fuiste (una bella inspiración), hoy te veo en lo más triste del longevo corazón.
Yo jamás te daré nunca lo que pude darte un día, aunque quede toda trunca tan humana cobardía, esa forma de decirme que eras sólo para mí y que hoy ya no me sirve porque siento que es el fin.
Yo no puedo darte nada, porque al darte el corazón, lo tomaste a mano alzada y con un encono atroz, lo tiraste a la basura como quien tira un papel, aferrada a la locura de quien no quiso leer.
Te lo dije tantas veces y jamás pudiste verlo: al amor que se le miente se le parte por el medio, se lo deja a pura sangre, se le quita toda fuerza y lo dejas cual cobarde agarrado a la tristeza.
Me parece que te lloro, pero sólo me parece, porque tú no lo eres todo en mi vida hacia la muerte; eres parte de la parte que me sangra sin parar, pero yo no soy cobarde, no seré aquello jamás.
Hoy te llenas la sonrisa con enorme resplandor, te refrescas y caminas por los pétalos de flor, pero va a llegar la hora donde ya no quede tiempo, y verás cómo se llora cuando todos son recuerdos.
Vas a ver que la tristeza nubla todo porvenir, y que noches como ésta se parecen a tu fin; y cegada, como siempre, en tu cuarto solitario, arderás yendo a la muerte con tus verdes apagados.
Me dirás que me quisiste, me dirás que yo te amé, pero todo va a ser triste cuando mires el ayer; seguirás siendo cobarde, una imagen apagada, la que vea los paisajes donde dije que te amaba.
Te lo juro y lo rejuro, por lo tanto que te quise, que tu único futuro he de verte sola y triste: que la vida no perdona, que es así porque es así, y en los charcos de tu alcoba, te vas a acordar de mí.