Vago en un mar de sentimientos contrapuestos,
de esperanzas desesperadas,
de ilusiones opacas.
Me ilumina una luz oscura,
una tiniebla luminosa
que me ciega con su brillo espectral.
Las vísceras arden
y el corazón intenta escapar de su jaula ,
levantar el vuelo
hacia ese cenit soñado
donde la gravedad se pierde en el olvido.
Cierro los ojos y lo veo claro,
pero de día todo es como un sueño,
una secuencia caótica
de imágenes en blanco y negro
que aúllan a mi alrededor
como lobos en celo.
La vida se desliza como una cobra
dispuesta a clavarme las fauces
y yo retrocedo poco a poco
hasta el muro de las lamentaciones,
donde ya no quedan lágrimas.
El pasado se despeña por el desfiladero
hacia el mar del olvido
y el futuro es un alud de nieve mancillada
que amenaza arrollarme ,
una película muda en blanco y negro
en que todo el mundo gesticula sin decir palabra.
Las calles son ríos fantasmales
que se pierden en la nada
y el olor a cloacas infecta el ambiente,
mientras las sirenas ululan
sembrando miedo y desconcierto.
Desde las ventanas,
millones de ojos atisban
esperando el momento para devorarme
y los portales parecen cavernas
que se hunden en la noche de los tiempos.
De repente algo me sacude,
el reloj centellea en la oscuridad de la alcoba
mientras trato de hilvanar mis recuerdos...
Todo ha sido un sueño,
pero me asomo a la ventana
y los fantasmas
empiezan a poblar las calles
mientras los neones moribundos
se pierden tras las pútridas brumas espectrales.
Me oculto tras el uniforme gris de la rutina
y me incorporo a la corriente deshumanizada
que me arrastra a ninguna parte.
El sueño ha terminado,
pero la pesadilla es eterna.