Jose Luis Posa Lozano

ENTRE DOS AGUAS

 

Vago en un mar de sentimientos contrapuestos,

 de esperanzas desesperadas,

de ilusiones opacas.

Me ilumina una luz oscura,

una tiniebla luminosa

que me ciega con su brillo espectral.

 

 Las vísceras arden

 y el corazón intenta escapar de su jaula ,

levantar el vuelo

 hacia ese cenit soñado

donde la gravedad se pierde en el olvido.

 

Cierro los ojos y lo veo claro,

 pero de día todo es como un sueño,

una secuencia caótica

de imágenes en blanco y negro

 que aúllan a mi alrededor

como lobos en celo.

 

La vida se desliza como una cobra

dispuesta a clavarme las fauces

y yo retrocedo poco a poco

 hasta el muro de las lamentaciones,

donde ya no quedan lágrimas.

 

El pasado se despeña por el desfiladero

 hacia el mar del olvido

y el futuro es un alud de nieve mancillada

que amenaza arrollarme ,

una película muda en blanco y negro

en que todo el mundo gesticula  sin decir palabra.

 

Las calles son ríos fantasmales

que se pierden en la nada

y el olor a cloacas infecta el ambiente,

mientras las sirenas ululan

 sembrando miedo y desconcierto.

 

 Desde las ventanas,

millones de ojos atisban

esperando el momento para devorarme

 y los portales parecen cavernas

que se hunden en la noche de los tiempos.

 

De repente algo me sacude,

 el reloj centellea en la oscuridad de la alcoba

mientras trato de hilvanar mis recuerdos...

 Todo ha sido un sueño,

 pero me asomo a la ventana

 y los fantasmas

empiezan a poblar las calles

 mientras los neones moribundos

 se pierden tras las pútridas brumas espectrales.

 

Me oculto tras el uniforme gris de la rutina

 y me incorporo a la corriente deshumanizada

 que me arrastra a ninguna parte.

El sueño ha terminado,

pero la pesadilla es eterna.