Odio cargar con las mentiras del tiempo,
que me dice siempre que vale lo mismo
tenerte un segundo o en mi pensamiento,
y que engaña a diario, como ahora mismo,
para hacerme creer que nada es importante,
y para reducirme con sus aforismos.
Odio la mentira del tiempo cambiante
que forma esperanzas con falsos decires,
anunciando tener exactitud inquietante.
Porque hoy me he dado cuenta, en ires y venires,
que no vale lo mismo un minuto expectante
que el pasar de un minuto en el que tú me mires.