(A ti)
Por querer salir de mi realidad
abracé tu cuerpo desabrigado,
como si pudiera salvarte de esa llaga
que inhóspita te habita.
Te intuí en medio de un vendaval de cristales,
-ilusa desde mi origen-
quise sembrar una estrella en mi árida esperanza,
ahora sé, que nunca podré robarte un beso
ni conquistar tu silbido de ramas.
Desposeída como una ola que jamás podrá rozarte.
Me has enseñado la soledad de siempre
(con amor te acaricio el alma)
secuestrando con la lógica el horizonte de todos los atardeceres.
Versión II
La realidad me ha desterrado
de la siembra azul de tu cielo.
A la deriva la huella de mis labios agrietados
de no nombrarte.
Una estrella quise conquistar con un silbido de ramas
y un vendaval de cristales despoblaron mi baldía esperanza.
Te me asemejas a la nube que pretende la soledad de siempre
-la mía-
Hoy se han acabado los atardeceres del alma.
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