Caballero plateado de tierra y tiempo, ¡cuánto le admiro!
Desde que nací, entidades sujetas a polvo y sombras dicen
que usted ha muerto. ¿Por qué habría yo de creer que usted ha muerto?
¡El no respirar o escribir no es suficiente para estar muerto!
Porque cierro mis ojos y veo aún el brillo de su gesto.
Sigo el viaje guiado por el resplandor de sus ojos nocturnos,
llenos de tal sabiduría, candor y amor por el amor.
No, usted no ha muerto, usted maravillosamente se ha trasmutado.
Ah roto el capullo y ha lanzado a un vuelo sideral y libre.
No quisiera hablarle del tiempo que ha trascurrido desde entonces.
Este tiempo es más engañoso y las estrellas no han de creerle.
Mi viejo plateado, todas las noches me hablas desde dentro.
Gracias por hacer míos sin afanes vuestros loables versos.