El oro de Colombia está en su suelo
cubierto por la fauna y por la flora
que grita con dolor su desconsuelo
al golpe de la mano destructora.
Los ríos corren persiguiendo el cielo
hasta mares de costas seductoras,
sin alcanzar a remontar el vuelo
que los libre de muerte espantadora.
Responde entonces la fatal pobreza
con voz amenazante que nos dice
el sinuoso escenario donde empiezan
el hambre y la protesta que maldicen
los abusos sin fin de la riqueza
cuando a la humana condición desdice.