No se agota este oscilar ambiguo, a veces cruel
tu esencia imperecedera me recorre inagotable.
La materia invisible de mi ser, subyace amoratada en la derrota,
la huida no parece un ágil bálsamo,
necesito ver tu cuerpo acechando en la distancia,
tu voz de cobre desgastado se vá apagando en los disímiles laberintos
tu aroma fecundo se desata en la noche y me visita insensato.
No es necesario mendigar, ya me he alimentado de la frialdad de tus ojos,
no habré de cantarle a los ocasos,
me refugiaré en los pliegues de los probables amaneceres.