En un tiempo indefinido muy remoto, antes de la creación, las Leyes físicas dijeron para sí:
“Permitiremos la formación de estrellas, con sus correspondientes séquitos de planetas, lunas y cometas girando en su entorno; las estrellas se aglomerarán para formar agregados —que irán de los cientos de miles de millones hasta los billones de ellas—, que serán las galaxias; estas, a su vez, se arracimarán para formar cúmulos de galaxias, que a su vez se juntarán en supercúmulos de galaxias, de manera que en conjunto sumarán una cantidad ingente, verdaderamente inmensa, de estrellas, planetas, lunas y cometas que se extenderá por todo el universo. Pero de todos estos cuerpos cósmicos sin luz propia que girarán alrededor de cada estrella, solo habremos de favorecer la aparición de vida en un planeta, cuya especie dominante, que se autonombrará Homo sapiens, llamará Tierra, planeta que girará en torno a una estrella ordinaria que dicha especie llamará Sol.”
Así dijeron las Leyes antes de la creación, e hicieron de acuerdo a sus palabras, para satisfacer la enorme vanidad que sabían que tendría esa especie rara que se llamaría Hombre, vanidad que se reflejaría en su visión antropocéntrica del mundo, donde él sería el centro de todo el universo.
Wednesday, February 20, 2019