Supimos siempre,
Desde el primer momento,
Que eramos inevitables,
Que nos amaríamos entregados a la locura,
Prisioneros sumisos de un deseo inagotable.
Supimos siempre,
También desde el principio,
Que este capricho tenía marcado el final,
Pero los dos decidimos, con malicia,
No pensar tanto, y dejarnos llevar.
Nos despedimos sin ningún remordimiento,
Sonriendo juntos, aún saboreando el placer,
Somos cada uno, el secreto íntimo del otro,
Y sonreímos, al recordar la piel.