Los esqueletos de chivos
se exhiben en la piel de la llanura
como un signo de vergüenza.
El mar es la canción de cuna
en las negras noches.
Había manadas de chivos,
aunque las sirenas se arrastraban
debajo de cujíes y cardones saciando
la sed en charcos de lluvia y jagüeyes.
Regreso a mi origen: mi alma es un árbol de barro.
Autor: Tibaldo Borjas. Maracaibo, la Tierra del sol de hojalata.