Yo no conozco la aritmética de los astros
ni entiendo los entresijos de la física cuántica.
Tampoco sé cuántas ramas tiene el árbol que me cobija
ni por qué el azul del cielo es tan intenso.
Pero sé lo que siento cuando lo miro...
Tanto me gusta mirar el cielo,
que a veces vuelo sin tu permiso
y entre nubes de plomo desaparezco.
Porque me gusta mirar el cielo,
y contemplar las copas de los árboles
acostada en el frío y cotidiano suelo,
y así olvidar lo que no me gusta:
que te pierdas entre mis vanos sueños.
Yo no sé muchas cosas, es verdad.
No sé si los perros piensan cuando me miran
ni si las mariposa llegan a sentir dolor.
Tamñpoco sé lo que tú piensas
cuando estoy pensando yo.
Pero sé lo que siento al ver tu risa
pintando en tu rostro una ventana
abierta hacia tu interior.
Y me gusta reir contigo,
me gusta reir hasta la extenuación.
Me gusta tu cara contraída
en una súbita convulsión,
me gustan tus ojos brillantes
y las lágrimas que se escapan sin control,
me gustan las arruguillas que surcan tus sienes
como plegando la alegría, para guardarla en el arcón
de tu memoria.
¡Me gusta tanto que rías!
aunque luego llore yo...