el aire abrasa los cuerpos
sacrifican su absolución
silenciando destinos
entre arpegios
de una lengua accidental
la edad de la luna duende
y su resurrección de unicornio
cabalga hacia el vuelo de los pájaros
como el beso derribado de un brochazo
savia inhóspita del último caos
auroras cosecha el cielo
brilla la soledad descalza
en la ventana medita el sol
que me adivina demente
y exilia la mirada
de mi propio rostro
al fin envejecido
de almas perdidas