Adrián Cordero Cid

Resurrección carnal

Un domingo de Resurrección del alma;

me he arrodillado ante el púlpito,

 ‒mientras el ruiseñor hacía cantar la ermita‒

y tras haber comido el cuerpo de Cristo,

lo escuché, y me borró la neblina de

la conciencia y del llanto;

porque Dios existe, yo lo creo.

Y ya, en mi aposento,

he agarrado tus manos,

arrodillado en tus labios;

besándolos, comiendo su cuerpo,

eliminando la coraza de la tristeza

que lleva mi alma;

porque yo te creo,

diosa; te creo.