En las avenidas que convergen en mi vida,
donde los ríos claros sacian toda mi sed,
los amaneceres colman mi primera vez,
son albas impregnadas del diario acontecer.
Ante la sublime lluvia que se dobla en ecos,
y se ahoga en los mares de tus sutiles besos,
vivo recordando las caricias de tus manos,
ahí decanta el declive digno de los años.
En los corredores celestiales de tus ojos,
donde el manjar de tus labios es poesía,
y tu almohada ya no es tuya, es mi secrecía,
ahí el olvido es lento, se vuelve mi agonía.
Donde todo es, el ahora y el ayer,
se encrespa el silencio que devora al verso,
danzando soledades que rugen rudas,
como espinas venenosas que hieren crudas.
Andrés Romo
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