Jotaquil

El viejo astronauta.

Se encontraba el viejo bajando las escaleras, sentía una pena que le carcomía sin contar el dolor de sus caderas, no esperaba a nadie pero miraba el reloj y sabía que estaba en la mundana espera, pensando que vivir ya no es vivir, pues lo que fue era una simple quimera, se disfrazaba entre la ficción de la memoria y lo que realmente era, creaba mundos diferentes para seguir con sus latidos sobre esta esfera, otros ratos pedía a gritos que lo lleven que esta ya no era su era, por momentos sonreía en los garitos donde lo dejaban apostar el dinero que quisiera.

En sollozo enloquecido recordaba a quien un día había amado, “No existe la justicia, intente ser un buen hombre toda mi vida y el Señor me la ha quitado” el viejo no comprendía si la justicia existía o si simplemente se había esfumado, la balanza al final del día no mira para donde se ha deslizado, “He sido un buen sujeto toda mi vida, la vida nunca me lo ha recompensado” los vecinos que nunca faltan habían mencionado “entre tristes pero alegres canciones ese viejo camuflaba su soledad”, un joven con quien el viejo convivía había señalado, “me dijo que sentía una brisa melancólica que sus tardes habían adornado” la vecindad concluía, “entre llantos, locura, risas ese viejo aquel día su vida se había quitado”.  

Las memorias del ayer no son más que una simpleza trastornada, mientras los años transcurrían los mundos de aquel loco viejo sobre este mundo asomaban; nombres, historias, cuentos, la simple nada, paisajes difusos sobre la mente convertida en lienzo de aquel viejo se pintaban, nadie sabía e incluso se dudaba, de la capacidad de aquel hombre para escribir maravillas sobre aquello que lo mataba; el tiempo, la vida, el caos, el silencio, el mundo sumergido en el mundo, letras que bailaban en cada trazo. Toda una bitácora escondida, la pieza que faltaba, hoy es el día que todo eso lanzo, un homenaje sobre las crónicas que noche tras noche me deleitaban y con su mundo me hacían un lazo.

“Nada está en desorden, el infinito es un recorrido, el caos es lo más armónico cuando se lo ha traducido, los relatos que de mí saldrán serán la constancia que la trascendencia he obtenido” mientras más lo leía más me sentía en sintonía con la gran odisea que aquel viejo muerto me transmitía. Un día me desperté sin despertarme, me miré en el espejo y llegué a asombrarme, yo era el viejo o era el viejo quien hablaba por mí, para ser honesto llegué a asustarme, miles de preguntas por mi cabeza, pero solo una fue la que llego a cuestionarme, ¿He sido ese viejo yo o recién he llegado a despertarme? En seguida lo concluí, el viejo no murió, el viejo recién nació y tras este corto mensaje he llegado a presentarme, estoy descifrando un código para no aprisionarme, un símbolo en forma de llave, una metáfora que signifique la clave, camino tumultuoso lleno de piedras donde he caído, dentro de mis heridas se encuentra lo virtuoso de mi contenido, soy un astronauta navegando sobre el mar mirando el reflejo de las estrellas conmovido.