Descienden a saltos
los ríos que han de lavar
(tus pies);
van cautelosos del azar,
con miedo de humedecer
el aire que llega a tu rostro,
descienden a saltos,
en hondonadas de pudor,
atentos al susurro del viejo
aquel que te ha dicho
como has de coger
el agua entre los dedos;
descienden a saltos
y su canto entretenido
te llega de pronto,
recordando tu papel servil
(inútil forma de amar).