Ese raso antiguo
del Pasado Esquivo,
que te cubre, Padre,
se enmarca
entre cristales y rosas
ya sin vida…
pero no te olvida.
cómo poderlos contemplar
sin vértigos ni angustias
enmudecidas?
y te recuerdo, Padre,
temblando,
en suspiros entrecortados,
moribunda,
y casi sin vida…
Viejo querido:
Recuerdo tus historias sobre
aquel ruiseñor y Píndaro…
Tu inmensa imaginación,
contándome paciente
aquellos inolvidables cuentos
de “Francis Aznaro”,
el detective piola,
con los que de niña,
tanto reía.
Cómo volver a tenerte
si altos muros
de Eternidad Ciega,
nos separan por Tiempos
y Espacios y
Dimensiones Desconocidas?
Me has dicho de niña,
que los hombres y dioses
erigieron las Noches,
Que los olvidados dioses
enmascarados
en oros ocres y viejos
buscan ecos olvidados
en los rincones oscuros de las mentes,
apagadas y gastadas
que sólo cobijan el Porvenir
del negro polvo
y la ansiedad
del denso humo
pero que morirán algún día …
que los hombres eligen
soberbias y vanidades,
en vez de la simplicidad estoica
de la dicha de una aurora
modelada
en sutiles armonías…
que buscan lo superfluo
y enrarecen,
los pensamientos más puros
y las más lastimosas Vidas…
Tanto te recuerdo, viejo querido!
que lágrimas frías,
no apagan
tantas heridas, padecidas…
Si por un momento pudiera
contarte lo que ha sido mi Vida,
y desahogar en tu amor
mis pesares,
sin muecas ni máscaras,
por años,
construidas…
Recuerdo vívidamente el momento
en que te marchaste en silencio,
en una madrugada de Pascua,
enfriándose tu cuerpecito
entre mis besos y caricias…
Quisiera contarte, Padre,
que aún
no he aprendido el Arte Majestuoso del Olvido…
con el que tanto insistías…
Y que querría llorar sólo en tus brazos
para que sanaras con tu inmenso
e incondicional Amor,
mi alma en ardorosas llagas
y tan bestialmente herida…
Patricia Aznar Laffont