Solo heredé un crucifijo que cuelgo al cuello
Y una cruz muy pesada que cargo en mi espalda
Ando descalzo de peregrino por los caminos de esta vida
Y cada piedra que piso se clava y dañan mis pies desnudos
Llevo mis manos ensangrentadas y doloridas,
Postrado frente a ti, de rodillas, suplico perdones mis faltas,
Soy tu hijo perdido que regresa a tu casa sediento
A reclamar un poco de paz y esperanza.
Ciento que mis palabras y mis acciones ya no bastan,
Desamparado tengo el corazón que pende de un hilo,
Que late tremendamente solitario y lento,
Miro a lo alto buscando señales en tus ojos,
Arrimo un poco más mi desteñida y agonizante voz
A tus oídos, te cuento mis secretos y lamentos diarios,
Humedecieron mis ojos al confesarte que he llegado a tu altar
Para hablarte de ella, de mi ensueño,
De mi adorada guirnalda, de quien perfuma mis horas
De quien estoy tan enamorado.
Sobre tu hombro reclino mi cabeza Señor,
Y en esta, mi agonía, te elevare una plegaria
Antes de que amanezca, no quiero riquezas,
Ni sabidurías tampoco grandes bondades,
Solo te pido gran creador que no me despojes de este amor,
De la mujer de mi vida, la que Tú me diste y pusiste en mi camino
Déjame descansar en el paraíso de su rostro.
Toco mi crucifijo que llevo colgado en mi cuello
Hago la señal de la cruz mientras te miro por última vez
Salgo de tu casa con la alegría de poder encontrar el camino
Que vine a buscar,
Que mis pasos terminen en sus brazos
Y que sus besos empiecen en mi boca, amen.