Mis armas se resumen
en mi voz, huevos y mente.
Tres fantásticos escondidos,
tras el telón de mis pieles.
No me hace falta violencia,
no sobra vivir para no conocer
a la oscura y fría muerte.
He vivido, como he muerto,
me he caído, y levantado.
He llorado por el pasado,
he sufrido el tiempo presente,
he tenido miedo por el futuro.
Pero sigo andando con mis pies,
armado con mi corazón y alma,
difíciles de matar para el tiempo.
He dormido en el mejor colchón,
y en el peor banco de algún parque,
apenas he vivido lo suficiente,
pero conozco más de lo que me gustaría.
Tuve dos claras opciones,
abandonar mis preciados pensamientos,
y luchar con lo poco que tengo,
o seguir peleando contra mí mismo,
para realizar el cambio en mí
que espero en el mundo entero.
Siempre siguiendo los pasos
del amor, mi única ideología,
amor hacia el arte, la naturaleza,
amor hacia el mundo, hacia la libertad.
No hablo lo que escribo, pero escribo
lo que siento. Para nadie en especial,
y para todos los que quieran escuchar.
He pensado en irme constantemente,
he estado en manos de la parca,
pero la vida me quiere aquí, conmigo.
Me niego a aceptar ser una luz fugaz,
este brillo que irradia al mismísimo sol,
debe brillar en el cielo para siempre,
estoy destinado a descansar como una estrella,
alumbrando cualquier alma perdida.
No hablo desde el egocentrismo,
hablo desde lo más profundo de mi cuerpo,
donde se esconden mis metas,
donde reside la fuerza que nunca se extinguió.