Sucede que me lleno de nostalgia;
mejor es decir, de la nostalgia
que me produce el no verte, no sentirte.
Sucede que entonces camino impenetrable,
sin ganas de contradecir al viento,
hundido en lo que salta del recuerdo.
Sucede que te amo y me cuesta estar lejos.
Entonces, camino a paso lento,
entrecortando un suspiro verde,
lento, sí, lento entre luces que confunden
y no me dejan diferenciar el color rutinario.
Sucede entonces que regreso a la infancia,
y recorro mi vida entre tiempo y espacio,
entre un recuerdo y otro.
Y vuelvo a lo vivido, a lo que no es fantasma.
De pronto tu nostalgia me envuelve,
y una tristeza leve me sacude,
mientras con tu recuerdo en mis sentidos,
camino a paso lento;
qué tristeza no verte, ni contemplar tu rostro.
De pronto el peso de la vida me estremece,
y no tengo ni siquiera tu perfume en mis manos.
Entonces, la soledad se disuelve entre mis ojos,
que se vuelven erráticos,
que se quedan sin soñar, sin mirar las estrellas;
y me vuelvo como nauta sediento,
me vuelvo taciturno,
analizando mis pasos y mi camisa
que se arrugó por el trajín del día.
Y de regreso, al nocturnal descanso,
me doy cuenta que tengo incompleta la vida,
porque no está tú.