En la medida de lo imposible
haré lo posible por exiliar lo invisible.
Digamos entonces que el alma,
cosida al verbo energúmeno que no camina.
Se asfixia con otra alma en un beso que nunca existió.
Ahí entonces surge un problema.
Alma ya no respira, y la otra alma no se sabe.
No se haya, perdida está en el limbo.
El alma-pulmón-ilusión en una mano, en una mano.
Mano errática, falange antipática, mano-ave-águila:
Me traga.
Llega un momento entonces,
en que la medida se agota,
gota que trota ya no más,
la distancia lejana se esfuma.
Distancia, que no hubo nunca cerca,
años luz en la memoria como neuronas,
y las aproximaciones de anhelos vueltas historia.
Llegan momentos, jinetes de mi apocalipsis: recuerdos,
y la maleza de un sol apagado, y la analogía prohibida
de lo que me cuesta decir… nada digo ya: Palabras ausentes
en un rincón ausente, y en un sitio ausente.
(La ausencia como filosofía de vida)
¿Quién anda ahí? – YO
¿Quién sigue soñando? – YO
─El, el, el, aquel y el otro.
Doy paso en la tormenta de sombras.
Y
arde el silencio en otro pecho que ya no es mío,
otro
cuerpo yace ya en la muralla de uno mismo.
Mira
entonces que este pecho habla un lenguaje
infinito:
Pero hoy se agotó.