En las madrugadas vírgenes
cuando las mozas se vuelven Diosas
Aparecen olores de complacencia, de ternura
De suaves nubes desnudas ante los ojos del poeta.
Y entonces me doy cuenta del tiempo
Que cuelga en mis mejillas,
Y del río que ha fluido por ellas
Escucho las campanas
Los ritmos de los amantes aniquilados,
Dormidos abrazados, después de haber escrito un cuento.
Y me doy cuenta del pasar de los días
Del esfuerzo de mi memoria indeleble
Por desarmarte, despintarte, desnudarte hasta la
Invisibilidad.
Y me doy cuenta de las horas
Que ha amanecido
No he dormido,
No te has ido