Y saben las palabras, que, cuando al amor
le habla enmarcando elevados sentimientos
-en ese lienzo de blancura inmaculada-
los perfiles más bellos de su amada silueta
quedan reflejados con cada pincelada.
De los sublimes trazos que van dando,
serán, en esa tela de tersa piel de seda,
como tatuajes de sueños y esperanzas.
Aleadas con dulce aroma que el amor aporta
-y aun en la ceguera más absoluta y oscura-
la mano, que, un corazón enamorado la guía,
sigue la estela que le salva, que le regenera:
unos ojos risueños de resplandeciente mirada.
Y será entonces la inspiración, como faro guía
en la noche oscura donde se esconde el alba,
la que plasme la palabra rodeada de certeza.
Y las palabras, manos inquietas y esperanzadas,
irán dibujando sueños, ilusiones, fantasías,
dando forma a ese paisaje donde todo será
como un valle repleto de maravillosas vistas.
Acuarela enmarcada por las invisibles palabras
que quedará suspendida en ese museo de íntimas
pinturas para regocijo, cuando ausente su amada,
deja su entorno vacío: de contenido y aromas,
de colores, de figuras, de luces y miradas.
Entonces, la palabra, genio que todo lo inventa,
se sientan delante de ese cuadro de fantasía
y la ensoñación que suele venir ante una obra
de incalculable belleza, aparece como seda
que al envolver y acariciar con esa suavidad
que solo un beso enamorado es capaz de dar
la deja extasiada, lucida a la vez que dormida
dentro de esa acuarela que es su bella enamorada.