Francisco Urrea Pérez
La soledad abriga la libertad
Y descobija al libertario en su andar
Y esa soledad es un vaivén de dos orillas
Sin río, con delirio, con lunas tímidas dibujándose en la piedras.
¿A quién contarle la alegría, si al regreso, ni siquiera me encuentro?
¿Y si floto en el olvido?
¡Una noche me juré ante ti, que te llevaría conmigo siempre!
En mis trenes, siempre, en estaciones donde quisiera que me esperaras, aún busco tu rostro.