Entonces empezamos desde abajo
con paciente trabajo de hormiguitas
uno a uno cavando y desplazando
mínimos duros granos de mantillo
hasta formar un enredo de túneles
laberintos de oscuras galerías
desde abajo de a pocos remontando
hacia la superficie del terreno.
Éramos millares de millares
pero tan solo un corazón latiendo
una sola conciencia articulada
en millones de seres avanzando
imparables firmes destruyendo,
construyendo matando y procreando.
Desde abajo empezamos y seguimos
minando los cimientos de la urbe
las murallas ciclópeas levantadas
en las rocas volcánicas talladas
y escuadradas por dura mano insomne.
Poco a poco estuvimos preparando
el desplome que repentinamente
mostraría la fragilidad de cuanto
el tiempo destructor puede atacar
como ataca la carne y la corrompe
como apaga la vida y su esplendor
en un montón de huesos desecados.