¿Cuántas veces hemos escuchado decir que el perro es el mejor amigo del hombre?, porque es una mascota agradecida y fiel a sus dueños, capaz de dar la vida por ellos si es necesario; tal y como estuvo a punto de suceder hace no mucho tiempo en esta ciudad fronteriza tan peligrosa.
Había dejado de llover y aunque el sol ya asomaba la mañana se sentía fresca, se antojaba dar una caminata, dieron una vuelta a la manzana y luego Isabella invitó a su madre para que la acompañara hacia el parque cercano a la casa donde nacieron.
Entonces se trasladaron a donde crecieron Isabella y sus hermanos quienes por su lado ya vivían independientes con sus respectivas parejas. Aquella casa permanecía desocupada ya que su hermano estaba temporalmente trabajando en los Estados Unidos. Ambas vivían solas y por tanta violencia que imperaba en la ciudad no dejaban de sentir temor cada vez que salían.
Al llegar a la casona sorprendidas vieron que un gran perro de color negro con manchas blancas las esperaba en el portón, mismo que con agudeza se abalanzó sobre Julia la madre tratando de lamerle la cara como si ya se conocieran, ella no dejaba de gritar asustada.
--¡Quítame éste animal Isabella!--.
--No hace nada mamá--, manifestó la chica, en lo que metía la mano a su bolso para sacar las llaves, mismo momento que aprovechó Julia para espantar al perro quien al ver la puerta abierta se metió corriendo con mucha confianza.
--¡Sácalo ya se metió! --, dijo Julia, y siguió en tono preocupado, no sé cómo lo vamos a sacar ahora.
Entraron a la casa a guardar los bolsos y volvieron a salir al parque de la colonia a dar la caminata y el perro salió apresurado junto con ellas.
Luego de dar la primera vuelta al parque se percataron de que el perro iba tras sus pasos.
--¡Ay Isabella nos viene siguiendo!, temo que algún coche lo vaya a atropellar si se baja de la banqueta--, dijo preocupada la madre.
Pasada la quinta vuelta al circuito se dieron cuenta que el perro había desaparecido.
--Qué bueno Isabela ya lo dejamos atrás, apúrate no sea que nos siga de nuevo.
--No pasa nada mamá tal vez se le haya perdido al dueño o quizá ya recordó donde es su casa y hacia allá se haya dirigido--. Dijo tratando de tranquilizar a su madre.
Luego de andar las dos cuadras que las separaba de casa, se dieron cuenta que el perro desconocido las estaba esperando en la puerta con una expresión feliz, dando brincos y moviendo la cola
Isabella no pudo evitar soltar una risilla de júbilo sentía simpatía por el perro, amaba los animales.
Nuevamente entraron a la casa para tomar sus bolsos y marcharse.
El can al ver que se subían al coche comenzó a llorar parándose en sus dos patas traseras, se recargó en la ventanilla del copiloto aplastando la cara sobre el vidrio y dejando ver la tristeza en su mirada.
--¡Ay mamá este perro me acaba de partir el corazón!, ¿me lo puedo llevar? –, enunció dulcemente Isabella tratando de convencer a Julia.
--¡De ninguna manera!, el dueño ha de estar desesperado buscándolo--, dijo tajante la madre.
Julia no quiso reconocer que a ella le había pasado lo mismo que a su hija, y solamente se encogió de hombros para pedirle a Isabella que se fueran. Más el chucho al ver la indiferencia de Julia corrió a pararse suplicante a la ventanilla del chofer donde iba Isabella.
--¡Apúrate hija! y ten cuidado de que no nos vaya a seguir podrían atropellarlo en el boulevard --, expresó Julia.
Isabella puso en marcha el coche esperando que el perro se retirara, pero al comenzar a circular el perro corrió tras el vehículo, Isabella aceleró la velocidad hasta que lo perdieron de vista.
La chica no pudo evitar que los ojos se le humedecieran de pesar al recordar la tristeza en la mirada del perro. Y no era que Julia hubiera sido indiferente ante tal hecho, pero seguramente el dueño estaba pasando por un momento crítico al haber perdido a su mascota, conocía a Isabella sabía de su pasión por los animales e intuía que su hija al ver desamparado al noble animal era capaz de querer llevarlo con ellas, pensó.
Esa noche Isabella no pudo conciliar el sueño recordando la mirada del can y menos dejar de pensar cuál había sido su suerte, aunque recordó haber visto debajo del árbol de framboyán que está a la entrada de la casa, agua y alimento en recipientes. Tal vez alguna vecina le había llevado comida o quizá las personas que lo abandonaron a su suerte. Fue de esa manera que más tranquila se quedó dormida.
A la mañana siguiente pretextó que tenía que ir a dejar unas cosas a la casa grande porque no le cabían y se dirigió a temprana hora hacia la casona.
Cuál sería su sorpresa que lo primero que vio a lo lejos fue al perro desconocido que fiel permanecía echado en la banqueta. Se estacionó y abrió la cajuela para bajar una bolsa de alimento que le llevaba, el perro no dejaba de brincar feliz de verla de nuevo. De pronto escuchó una voz a sus espaldas.
--Hola vecinita--, sorprendida Isabela volteo a ver quién le hablaba. Se trataba de su vecina Nery quien sonriente se acercó hacia la joven para saludarla y después contarle por qué el perro se encontraba ahí.
--Hace días vinieron dos hombres uno más joven que el otro, traían éste perro y buscaban a las dueñas de la casa, Isabela escuchaba atenta, uno de ellos siguió la mujer, el que venía manejando dijo que el dueño del perro tenía cáncer y no podía atenderlo que por eso se los habían traído a regalar, y como ustedes poco vienen yo le traje alimento y agua--.
Emocionada Isabella no pudo contener la alegría que le causaba la noticia, ahora ella era la dueña del perro,
--¡qué emoción! --, dijo a la vecina, quien pronta se ofreció para atender al perro era veterinaria. Acordaron que Nery se llevaría al perro para bañarlo y vacunarlo y al siguiente día la chica pasaría a recogerlo para llevarlo a su nuevo hogar.
Isabella de inmediato tomó el celular para darle la buena noticia a la madre.
--¡Mamá, mamá ya tenemos perro y se llamará Chester!—, repitiendo las palabras que la vecina había dicho colgó para luego dirigirse al súper a comprar más alimento para el extraño quien desde ese momento formaría parte de la familia.
La madre no muy contenta aceptó no muy convencida aún a pesar de que estaban solas y Chester como ahora se llamaba les haría compañía, y sobre todo se sentirían protegidas de cualquier malhechor que rondara la casa o se quisiera meter.
Ya que en la ciudad en donde radican es una de las más peligrosas del país y prolifera la violencia a mano armada. Desde entonces Chester es el perro más feliz, agradecido y mimado del mundo.
Continuará…
Autora: Ma. Gloria Carreón Zapata.