Para que tú lo sepas,
yo te quería desde mi ventana tímida
cuando el sol se desparramaba
moribundo
y el crepúsculo hacia su cueva de dolor
en mis ojeras;
Te quería desde mi adolescencia ciega
llena de rubor y mieses de pasión
que aprisionaba el pecho;
Te quería cuando estabas descalza
flotando en los años tiernos
por encima de las flores
como mariposa
con los ojos felices y los labios frescos
como una rosa eterna;
¿Sabes que tu rostro revolvía mi sangre
hasta romper las venas?
¿Sabes que tu mano me mojaba el sueño
en cada noche transparente
en que la luna nos hurgaba en la penumbra?
Te quería desde ese otro rostro
que tu creabas
con tus labios hasta enloquecer los huesos
Ada, de la luz fresca
que embestías las mañanas
desde tus pestañas llenas de horizonte,
ala que agitabas el viento
aire que empujabas mis alas
para hacer volar el sueño;
¿porque no has de volver
si no te has ido?
¿Porque no he de volver pródigo
adonde han brincado tus ojos?
En esta tarde quejumbrosa,
en que la memoria
arropada de atávicas coronas
junta sus manos,
litúrgicas pasiones ocupan los lomos
de polvorientas y esponjosas esperanzas
Ada,
llega la noche y entre todos los crepúsculos
esta será la más larga;
en vano el dolor riega sus semillas
cuando este corazón clausura
a sus prolíficas tristezas
para irse en una sola línea
hacia los albures tiernos de tu existencia