Vino la mañana a relucir etérea...
en claveles primorosos se me anuncia,
desnutridos en la herida sin caricia...
de la alberca desnudada por su oro,
una dama renunció a su vuelo...
y en la fontana de clamores se licita,
desahogada en el labio que suspira
de la tarde... desasida de su rostro.