Nadie sabe mejor que el clérigo, lo corta que es la vida, por ello antes de que se acabe, quiere gozar de la carne, nadie mejor que ellos sabe por la confesión de los fieles , hasta donde llega el hombre para satisfacer su deseo, conocí un sacerdote que después de una vida sacrificada por ayudar a los demás, terminó su vida de capellán en una cárcel de Ecuador, murió allí, y está enterrado en Guayaquil, vino un día de visita a mi casa, y preguntó que podría hacer después de haberse enamorado de una mujer en la cárcel, la respuesta fue corta y clara, amala que solo se vive una vez. Nunca es tarde para dar o recibir un beso, es lo que diría con toda razón un preso.