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Después de todo, los programas financiados por el gobierno se llenan de mitos solidarios con la carestía de un pueblo, la escasez midiendo la estatua de mi parque, la sombra parroquial dormitada en la penumbra, dándole sombra esférica a la metrópoli, como si estuviera vistiendo un mercado en la vida social del hombre –oferta/demanda-producto y bienes- la escasez sería síndrome de abstinencia, una sobredosis letal, la empresa online de Carlos Slim, como si el eco tuviera un poro viviente de su colérico alberge y de su digno comercio de oferta y demanda: los escaparates de un pantalón unisex: y una guayabera del antiguo Tajín de las doce tribus y con la mano de Pilatos para emitir un pacto de derecha a izquierda, una torpe vanidad que no le molestaría al espejo, después de todo su evento no quita dudas a los tratos, la camaradería y la confianza, solo por tener una bolsa de poder o la riqueza de Walt Whitman rezándole a Cristo con los intereses de un juez de la alcaldía más cercana, o ser simple aviador de oficina de cierto distrito donde se enriquecería el avaro.
“Muchos piensan dejar un país mejor para sus hijos, yo pienso dejar mejores hijos para mi país” serían los pocos bienes que por desgracia vienen de Europa, Platón o Buda, lo diría el erario de sus efectos públicos donde por igual Quevedo sería el hombre más rico y su filosofía no sería tan ajena a mi dignidad. /La sustentaría al darle una excusa a mi censura moral/
Bernardo Cortes Vicencio
02:1102032019
Papantla, Ver, México