Aquel día fue como si jamás hubiera despertado, había marismas en el cielo y melancolía en los ojos que lo miraban todo. El viento arrastraba el sonido siempre rutilante, no son más que murmullos, apenas audibles, y se desvanecen sobre la tierra tan nivea como lo es el aliento en las gélidas horas.
Entonces pienso en el mañana tanto como en el ayer y todo se funde en el presto momento de mis cavilaciones. No he despertado. El tiempo pierde su rumbo. Observo mis manos extrañado por su materialización. ¿Es esto real? El futuro es una sucesión de momentos que vuelve a repetirse. El viento regresa con los murmullos de antes y las marismas en el cielo hacen olas con la respiración de los hombres y sus suspiros, de las bahías de su juventud por no despertar. Nuestros corazones son la marea de un tiempo siempre claro.