El tiempo es en tus ojos el más fuerte latido
mientras tu voz es la calma que acompaña al viento
y si sonríes, al creciente de la luna das tu cara.
Tú al caminar,
dale al cielo tu pelo que atardece
castaño y dorado entre el bosque verde,
de tus palmas asciende
aquel brillo de plata,
una bruma sutil se desata,
y sí suspiras,
en un páramo perenne
se adormecen los temores.
Mujer alta de ojos grandes
puedo sentir el ritmo de las olas del mar en tu cintura,
al andar valiente,
bahía tranquila en el espacio breve en que me miras,
al tiempo que tus dedos
se extienden largos sobre el borde de mi boca,
permite que yo con voz de marzo
en tus pómulos redondos e infinitos
siembre versos nocturnos
a suaves murmullos.
Cáliz dulce de tus labios en que nacen mis anhelos
bruna tarde que ondea tibia en tu melena
son tus yemas que se funden con las mías en la sombra,
el temblor de dos estrellas que a lo lejos
una a la otra
se chocan y se abrazan
vehementes,
sin remedio.