Se encuentra ya la milpa florecida,
su espiga la sacude suave viento;
mirando ya la tarde adormecida
la tórtola nos trina su lamento.
Un piélago sereno me parece
la inmensa soledad de los trigales;
el disco de la luna se aparece
al ritmo de recuerdos otoñales.
Ya vienen en silencio los arrieros
después de terminada su faena,
se visten de arreboles los luceros
haciendo con el cielo su verbena.
¡Y dentro de mi pecho va brotando
la dicha de seguir por siempre amando!
Autor: Aníbal Rodríguez.