Una botella, talvez dos,
una melancolía que abrazó mi interior
“Con el permiso de mis sentimientos”
en la voz de Anthony Ríos tratando
de recordarme que era mi compromiso
liberarme de aquel castigo.
Una botella, una copa llenas de ansias
que comencé a tomar como a eso de las dos,
un desmadre de sentimientos que carcomían
mis pensamientos y Anthony Ríos insistiendo
que si un “Día me sentía sola” procurara mencionar su nombre,
y entre tragos y recuerdos que abatían mi sueño
sintiendo toda la soledad del mundo, con la tristeza
renacida en cada trago, llenos de sentimientos encontrados
procurar su nombre me estaba matando.
¿Cuantas copas de soledad y dolor caben en una botella de ron?
¡No sé! No las conté… Sume esos espacios vacíos que dejaron su partida
con Anthony Ríos dirigiendo en su voz angelical aquella letanía
que narraba otra vez mi amarga y lenta “Fatalidad”.
Un sofá rojo como compañero,
una tarde lluviosa con olor a desventura,
un cantautor en sus letras avisaba mi amargura,
declarándome en cada letra como la única y verdadera “Señora Tristeza”
y que era su amor una “Mancha” que cubría cada parte de mi existencia.
Una botella, quizás o talvez si me soy honesta
fueron dos o cuatro las que me cortejaron aquella tarde
donde perdida entre la “DROGA” de aquel amor,
padeciendo los temblores de abstinencia producidos por su adiós,
con el Dios en la boca lamentando ¿Por qué yo?
Ese dolor consumiéndome en la voz de aquel gran cantautor,
trague la última gota de aquella botella con toda la pena
y aquella “Canción del Adiós” que me vio dormir ahogada de embriaguez en mi rojo sofá.
LeydisProse
3/4/2019
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