El marchitar de las horas
es el tiempo reducido a cenizas y polvo
Es el grito latente
de quién enmudecido y ciego
por sus propios fantasmas
no supo cual era su
guarida entre la muchedumbre
que abarrota las avenidas
Es irónico que sea la vida la que le quite el sentido a la misma
Es irónico que sea la muerte
Atisbo de toda sequía mental
Y que
se qué es este suspiro en formato poema
el que me salva de mi misma
porque estos raidos versos
no son más que la prolongada servidumbre del espiritu
Y que
se que es este mismísimo segundo
el que establece mi desdichado porvenir
Y que
se que las palabras atoradas
nunca cesan
Pero también se que las que como imparable bala
pronuncias
cobran demasiado peso
de conciencia
cómo para ser tapiadas
con autoengaño barato.
.
.
.
Recuerdos de humo retocan mi fachada
Matizan está indomable soledad
Inherente a mi anima
Son simples
huellas pasadas
Me susurran
-no les creo-
Y aunque el letargo me sobrepase
la niña que fui me mira a veces así
como pidiéndome explicaciones
y no se como esclarecerle
tantas cosas
a mis anteriores realidades
porque de solo ellas depende
mi presente reflejo
-Ese que
desgraciadamente
solo diviso
frente a la mirada ajena-