En el encierro de este cuarto,
con un olor amargo,
sobrio de tristeza y musgo de muerte,
escucho tus suspiros a lo lejos,
y se torna en mi la niebla tenue de tu aroma,
aroma fino de mujer que en mi aun reposa.
Se me hacen perceptibles,
en esta mañana fría,
mañana de invierno,
la claridad de tus grandes ojos fijos,
que al mirarlos,
brotan y brotan una constelación de estrellas.
Como si presente tu estuvieras,
con tu gran silueta de mujer,
estropeas mis sentimientos,
sabiendo pero sin querer.
Y escucho tus cantos a lo lejos,
que tocan mi oido nadando en viento,
y que en esta impenetrable lluvia de mañana,
aguardan en mi,
y guarecen tranquilos en el alma,
oh alma mía.
Cuanto te quise mujer,
y no supe guardarte,
pero de que importa ya,
si tus sentidos,
surcan en el aire.