Me encerré en las entrañas del mundo,
para encontrar mi origen
y viajé al sur de interminables ríos,
semejantes al milenario canto
de sirenas pueriles,
al sur de tropicales bosques,
donde se desesperan los que odian la vida.
Ahí, entre la selva húmeda,
la vida emerge al mundo,
la mariposa mimetiza su color clandestino,
construye el tucán su nido,
sin temor a los desahucios y a las hipotecas,
sin pagar condominios, ni derechos fiscales;
y con mis pies descalzos en la jungla vernácula,
empuñando mi amor y mi nostalgia
conté estrellas pasadas,
muertas hace cientos de años luz,
sin lágrimas de lluvia ácida
ni uranio enriquecido,
y te observé desde la nada absuelta
donde dormitan las ganas.
Me interné en la ruta difusa
de bosques encantados,
en la silueta erótica de la amazonía ardiente,
su cintura de mujer mágica,
sedujo mis sentidos y mis huesos,
su enigmático sabor de fruta virgen
se pegó a mi garganta,
se mezcló en mis enzimas, se ligó a mi ADN
su olor, su vientre indómito,
cautivó mi existencia y me volví su amante.
Hoy yazgo en libertad
y en mi respiro
no hay polvo de cianuro,
ni luces, ni semáforos mordiendo
las piernas de la noche con vesánicos gritos,
no hay pólvora en el viento,
no hay ojos asesinos ni discursos políticos.
Tengo un manantial por espejo
y un despertador de aves exóticas
que me anuncian el amanecer con su canto,
y despierto abrazado a la piel aborigen
de la fiel Pachamama
y el fruto de su cuerpo me alimenta,
mientras la flora en calma
me regala un perfume de palabras etéreas.
Me encerré en las entrañas del mundo,
para encontrar mi origen,
sobre un tímido Tepuy levanté un zigurat,
para encontrar tus labios en las estrellas del sur
mientras observo el cielo,
siendo feliz sin nada.
Caminando, sí, caminando,
entre parajes límpidos, de singular belleza,
en un viaje sin fin al horizonte.