Es tu culpa por dejarte querer de mi
por dejarme entrar en tus aposentos,
y llevar de regreso tus pinturas fantasiosas
con los que ingenuamente decoré mi mundo.
Claro que es tu culpa por aceptarme,
por invitarme a recorrer tus campos,
donde todo lo hermoso ahí habita
e indudablemente mi corazón retoñaría.
La culpable eres tú por robarte mis ojos,
mis noches y días, mis risas y melancolías,
por darme las llaves de tu caja de terciopelo
Y los montes y valles de tu paraíso abundante.
Tuya es la culpa por abrir los pétalos de tu flor,
por confiarme los secretos de tu universo,
y extenderlo tan lejos hasta llegar al mío,
Para ser todo o nada y olvidar la diferencia.
Luis Adolfo Otero