Nos tornamos sombrios en caminos degradados,
olvidados en confines donde huyen las palmas,
hacia el útero del silencio, que de el nada vuelve,
ni la sonrisa del niño viejo, sin historias que sollozar.
Tan sublime sucumbir al olvido de la mente que
alberga residuos de aquello que dejó de ser.
arrojados cual palabras hechas síntomas hacia
otro pensar pendular, oscilando entre la nada y el intento.
Tu boca loable me arrastre a ese pasaje nebuloso;
pasadizo de cuerdas que desembocan en océanos sonoros.
bautizarse en tus relatos oníricos manifiestos
donde recobre los matices del sendero.
aclamar tu nombre en las esquinas del vecindario
que con vana costumbre priva la luz de las pisadas,
sucumbir siempre en el intento de volver a ser
la historia que solloza en el recuerdo.