Me pregunto cómo sabrá
amanecer retratado
en el espejo de esos ojos,
robandole a los labios
el placer de otra mañana
en un resucitar a besos,
después de haber
recorrido todas las distancias
amarrado a tu cintura,
anclado a tus muslos,
sujetando la tormenta
a las voces y a la cama;
el cabello de noche revuelto
refrescando pensamientos,
tus senos dulces agrediendo
toda intimidad,
posados en mi pecho
como palabras sabías,
y estas manos mías,
con sus tallos florecidos
prisioneros de tu espalda.
Eduardo A. Bello Martínez
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