Había una vez un corazón maltratado. Y sucumbió en trance lo que quería el cielo o la tierra. Una llave maestra que decidiera por el bienestar de un corazón mal herido. El joven llamado Baltazar iba a morir. Una dulce y jovial muchacha de un corazón muy bueno quiso que él viviera, aunque fuera irreal el momento. Entonces, la llave inoxidable, quiso ser más que eso, que una llave maestra. Y se derritió cuando al tocar su corazón no pudo abrir ni revivir el corazón maltrecho de Baltazar. Y se fue por el mundo oscuro y tenebroso en busca de lo que le reviviera el corazón maltrecho al joven Baltazar. La muchacha pasó tempestades, tormentas, insalubridad, desazones, y mal estado de salud, por hallar lo que podía revivir el corazón del joven apuesto. Pero, nada no conseguía ni la llave ni un trocito de cielo o de tierra que lo hiciera revivir. Cuando la llave inoxidable quiso ser eso sin poder oxidarse. Sucumbió en un momento cuando sólo se halló lo que se esperaba un tormentoso drenaje en su corazón. Y en un monte no muy lejano cerca de la orilla de la playa de Hun, se halló lo que esperaba la llave maestra que quisiera revivir el corazón del joven moribundo. La llave inoxidable yá hablaba con los propios seres humanos, porque había salvado tanto a muchos que se convirtió en ellos, sin la enfermedad, claro está. El joven Baltazar no tiene una cura o salvación o poder escapar de las garras de la vil muerte. Baltazar vió un rayito de sol a través de la puerta y se dijo, -“sí fuese ese rayito de luz y de sol, no estaría ahí en el suelo sin poder dar vida ni energía a nadie…”-. Y el rayo de luz se deshizo a través del tiempo por la puerta, hacía intérvalos de luz mediante el abrir y cerrar la puerta. Y entonces, el joven Baltazar quiso ser así también. Y su corazón más se apagaba como ese rayito de luz en el suelo. Y la muchacha que lo quería bien y que sanara sí pudo conseguir la llave inoxidable que lo curara y sanara. Y llegó hasta sus aposentos donde se encontraba el joven Baltazar. Y se quedó mirando el rayito de luz por la puerta. Y lo que hizo el rayito de luz por las tardes fue dar energía a su pobre corazón, y cuando la muchacha quiso penetrar la llave inoxidable en el corazón, revivió más y más con el poder del mágico sol. A través del destino, del camino y de la vida misma. Y el rayito de luz, le dió las fuerzas necesarias cuando él Baltazar quiso vivir como todos los jóvenes de su edad. Pero, falló algo, llegó el ocaso y la noche fría. Una noche fría, extensa, densa, y tosca. Él se preparó para volver a ver el rayito de luz del mismo sol. Pero, sólo se debió de enfrascar en un tormentoso y extenso y dolorosa noche tan álgida y en suspenso, por no saber qué puede pasar sino veía, otra vez, el rayito de luz de la energía del sol. Y se iba apagando su noble corazón más y más. Cuando debió de entregar el corazón a la luna. Y que los rayitos de luna hiciera lo mismo que el sol mismo. Pero, no, la llave maestra trabajaba con el sol. Y debió de entregar su propio corazón a la luna. Cuando de repente sus ojos vieron al rayito de luna. Y sucumbió en un percance de ira y de luz. La energía sobresaltó en sus ojos un rayito de luz y pudo sobrevivir, hasta el otro día. Cuando dice que el cielo es la fuente de energía mayor. Como que el cielo y no funcionaba la llave maestra en el corazón del joven Baltazar. Y quiso ser ese héroe que atrapaba el mal y salvaba todo. Y quiso ser ése héroe cuando llegó el crepúsculo y con el la alborada y el amanecer. Y, otra vez, el rayito de luz se colaba bajo la puerta y se levantó de su dormitorio, cuando quiso ser, otra vez, ese joven Baltazar. Y siguió al sol y permaneció sentado y desolado en un banco del parque. Y descubrió que quería ser el sol con el propio poder que lo acompañaba. Cuando quiso ser el rayito de la luz de detrás de la puerta. Y la llave inoxidable se deshizo entre aquel aposento donde guardaba la llave maestra. Y nunca más volvió a sentir lo que fue el corazón enfermo. Cuando siguió al caliente sol y llegó a un desierto. Donde más y más siguió al caluroso sol. Cuando sólo se siente la energía del propio sol. Pero, él seguía y seguía y vió un oasis nocturno llamado “el oasis veraniego”, donde bebió agua y calmó aquello que llamaban sed. Tomó una cantimplora y la llenó del agua de beber y prosiguió su destino. El joven Baltazar, como así se llamaba, quiso el sol y poder alcanzarlo. Pero, sus pies no le alcanzaba, cuando se debió de enfrentar al sol. Y peleó como todo titán en el medio del desierto, no era él, era su propia imaginación. Cuando quiso ser ése que lo acompañó durante el viaje: el sol. Y vió que había un viejito muy viejito con un bastón que lo sujetaba para no caerse. Era el duende del desierto llamado Liyo, y Liyo lo ayudó a encontrar el sol. Y mas aún a acercarse al mismo Dios. Y era Él, el Dios del desierto, Y le preguntó:
-“¿desde cuando estás tratando de cruzar el desierto…?”-
y él le respondió cansado…
-“Yo sigo al sol y quiero vivir como él por siempre…”-,
Y el duende le dice…
-“que para eso tendrías que ser un Dios…”-,
Y Baltazar le contesta…
-“Y, ¿cómo puedo ser un Dios…?”-,
Y el duende le dice…
-“Pues, dame todo lo que tienes…”-,
Y él Baltazar le responde…
-“Yo no tengo nada sólo mi cantimplora y éste corazón que es moribundo…”-,
Y el duende le dice…
-“Pues, es eso nada más, ni es tuyo eeeeeeeeeel corazóóóóóóón…”-,
Y el duende se esfumó del desierto entre un viento del levante. Y él quedó muy solo, abandonado y desértico. Y entonces, le entregó su corazón a la noche fría, sus ojos sí vieron la luz de luna y el rayito de luz de luna. Entonces, murió Baltazar en medio del desierto solo y moribundo, con sed y sin agua qué tomar. Y el duende en el crepúsculo le dice en voz baja…
-“eso no es ser Dios…”-,
Y Baltazar con un poco de vida en el más allá, entre la eterna eternidad y el silencio del amanecer le dijo,
-“sí entregué el corazón a la luna y al sol, pues es la fuente de luz de Dios…”-,
Y el duende le dijo,
-“A ver oscurece el día sin sol…”-,
Y él Baltazar lo que le dijo fue…
-“cierra los ojos”, -y no vió nada hasta la noche, cuando le dijo-, “abre los ojos”-,
Y el duende le dijo…
-“Ah, eso es trampa…”-,
Y él, Baltazar le dice…
“No es trampa, porque el corazón es como el propio sol…”-,
Y el duende le pregunta…
-“¿Por qué…?”-,
Y él Baltazar le dice…
-“Por qué tiene sombra, el sol no entra a él…”-,
Y el duende le dijo,
-“Pues, dale tu corazón a Dios, es lo último que tienes …”-,
Y Baltazar le dice…
-“Pues, yá está muerto, ¿qué le voy a dar…?”-.