Tristeza de no poder vivir más,
lágrimas amargas de sueños apagados.
Proyectos que no logrará cumplir jamás,
lo atormenta sin lograr su eterno descanso.
Su espíritu recorre por el mundo sin luz,
con la esperanza de un cálido abrazo.
Por la madrugada se escapa de su ataúd,
a encontrar un ser que lo vea sin espanto.
Dejó a quienes amaba sin decir adiós,
y ahora no logran reconocerle por quién fue.
Pobre corazón que aún guarda su ser,
donde recaen sus recuerdos cuál crisol.
Su espíritu vaga por el mundo sin luz,
por las madrugadas se escapa del frío ataúd.
Con una esperanza… la esperanza de un cálido abrazo,
que le recuerde lo que es sentirse amado.
Luis Adolfo Otero